Morelia, Mich., Sábado, 21 de Diciembre de 2024

Sección:Opinión

Serán 28 días de sobresaltos

Por: Enrique Quintana/El Financiero

Ciudad de México.- ¿Quién no quisiera vivir en un mundo en el que todo fuera certidumbre y no hubiera sobresaltos? La tranquilidad y la seguridad son valores altamente deseables.

Sin embargo, una cosa son los deseos y otra las realidades.

Vivimos en un mundo en el que hemos tenido recurrentemente sobresaltos e incertidumbre, y todo indica que seguirá así.
Ayer, el dólar se vendió en los bancos hasta en 16.90 pesos en operaciones al menudeo.

Y no es nada difícil que en cualquier día de estos alcance e incluso rebase los 17 pesos.

Al mismo tiempo, hay argumentos diversos para considerar que esta alza será de carácter transitorio y que más temprano que tarde veremos que el precio del dólar baja.

Sin embargo, más allá de los argumentos racionales, los mexicanos que tenemos una cierta edad portamos una especie de gen que nos dispara una sensación de alerta cuando el costo de la moneda norteamericana se va para arriba.

Hay quienes, más que justificadamente, se alarman cuando el dólar sube de precio. Si usted vive en la frontera norte, recibe salario en pesos pero tiene gastos en dólares, es más que claro que debe preocuparse.

O si usted tiene una empresa cuyos insumos y servicios se pagan en dólares pero vende en pesos, también está en una situación compleja.

Pero la alarma se dispara hasta en los que nada gastan en dólares.
La razón es que en el pasado, hasta hace poco más de 15 años, la devaluación significaba automáticamente inflación, no por traslado de los mayores costos, sino por un contagio de expectativas.

Hace tiempo que ya esto no ocurre, como no ha pasado en estos meses. Pero nos queda el reflejo, la sensación.
Si solamente es un susto que se traduce en tema de conversación, no pasará nada.

Si se trata de un aumento real en costos que se traslada a los precios finales, habrá que estar al pendiente de su ritmo y alcance.

Si vuelve a generarse una psicosis que nos hace ver las cosas con los anteojos del pesimismo, entonces sin duda habrá que reaccionar.

Lo más desgastante es la incertidumbre. Por eso es tan importante la reunión de la Fed del 17 de septiembre.

Si, como todo indica, será en esa fecha cuando inicie el ciclo alcista, se habrá resuelto la primera parte de la incertidumbre.

En los mercados financieros, los hechos tienden a corregir las expectativas. 

Habrá, presumiblemente, un "enfriamiento" de los ánimos que seguramente va a desinflar en cierta medida el precio del dólar.

Pero además, la decisión del Banxico del 21 de septiembre, con una respuesta a esa alza, va a abonar también a bajar el precio de la divisa norteamericana.

Mientras tanto, sin embargo, nos espera una etapa de sobresaltos, porque el dólar podría seguir subiendo.

Sólo para no olvidar: en este año nuestro peso se devaluó ya en 12.5 por ciento, pero el real de Brasil en 31.7 por ciento, el peso chileno en 15 por ciento, el peso colombiano en 27 por ciento, o el euro en 8.6 por ciento.

No se trata de decir: mal de muchos, consuelo de ya saben quién, sino de señalar que estamos frente a un fenómeno que trasciende nuestras fronteras.

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