Morelia, Mich., Domingo, 15 de Diciembre de 2024

Sección:Kiosko Global

El único al que respetaba Steve Jobs

Por: John Arlidge/Expansión.com

Madrid.- Jonathan Ive era el verdadero hombre de confianza de Steve Jobs. El único capaz de dar en la clave de productos de ventas millonarias. Acaba de ser nombrado oficial jefe de Diseño de Apple. En escasas ocasiones se presta a una entrevista. "Podemos ser críticos a muerte con nuestro trabajo", dispara.

Solo un país ha modernizado dos veces el mundo: Gran Bretaña. Allí prendió la revolución industrial que abrió el camino a la producción en masa de todo, desde engranajes hasta textiles. Poco más de 200 años después, dos tipos de Londres, más bien tímidos, apuntalaban el siglo XXI como el de la tecnología.Sir Tim Berners-Lee, de East Sheen, inventó la world wide web; posteriormente, un tío de Chingford la ha puesto en nuestras manos, en nuestros bolsillos y en nuestros oídos. Sus productos nos ayudan a comer, dormir, trabajar, viajar, relajarnos, leer, escuchar, comprar, charlar, quedar, mantener relaciones sexuales... Muchos pasamos más tiempo con sus pantallas que con nuestras familias. A algunos nos gustan más sus pantallas que nuestras familias.

Después de años como vicepresidente senior de Apple, Sir Jonathan Ive (Londres, 27 de febrero de 1967) ha sido promocionado por el CEO, Tim Cook, a un puesto de nueva creación en la compañía: oficial jefe de Diseño, cargo que asumirá el 1 de julio. Su timidez, combinada con el secretismo rayano en la paranoia de su empleador, es la causa de que apenas se sepa nada del hombre que da forma al futuro con innovaciones como el iMac, el iPod, el iPhone y el iPad. Esta, realizada en la sede de la empresa, en Cupertino, en Silicon Valley, es la primera mera entrevista en profundidad desde que llegó a jefe de Diseño, hace dos décadas.

Hacía meses que en California no llovía en abundancia, pero esta mañana las nubes se han escapado del Pacífico y han oscurecido el puente de Golden Gate. La Interestatal 280, al sur de Silicon Valley, es un río de agua en lugar del habitual flujo de SUV. A pesar de ello, justo después de las 10, hora de nuestra cita, un trabajador de Apple ha aparecido en una sala de reuniones completamente blanca del primer piso del Edificio 4 del aséptico cuartel general de la empresa con instrucciones estrictas de encontrar una bolsa de té earl grey. "¡Hola! Gracias por venir", dice Ive con una sonrisa cuando aparece y recoge su infusión.

Se le podría describir como la más anodina de las personas poco anodinas que se puede conocer. No especialmente alto, fornido y algo calvo, luce una incipiente barba de dos días y viste como los padres en fin de semana: un polo azul marino, chinos y zapatos de ante. En la muñeca lleva un reloj deportivo Jaeger-LeCoultre que él mismo diseñó para una subasta benéfica contra el sida. Habla despacio y en voz baja, con un acento de Essex que no ha perdido. "Ni siquiera tengo el valor suficiente para decirmates, en lugar de matemáticas. Me suena ridículo", dice entre risas.

Se considera a sí mismo alguien que hace objetos más que un diseñador. Así ha sido desde que aprendió a usar un destornillador. Heredó las habilidades de artesano de su padre, Michael, platero que con el tiempo llegó a ser profesor de fabricación manual, diseño y tecnología en la Politécnica de Middlesex. Ive pasó su infancia escudriñando objetos que tenía su familia. Las radios eran fáciles, pero recuerda haber desarmado hasta la última pieza de un despertador que resultó muy complicado volver a montar. "No fui capaz de conseguir que se enrollara de nuevo el resorte principal", concede. Treinta años más tarde, un día hizo lo propio con su iPhone.

Esa pasión por fabricar cosas es algo que compartía con Jobs, fallecido hace casi cuatro años, en octubre de 2011. En menos de dos décadas, llevaron a Apple prácticamente de la quiebra a ser la empresa más valiosa del planeta, con una capitalización hoy de más de 733.000 millones de euros. "Steve y yo pasábamos meses trabajando en una parte de un producto que, con frecuencia, nadie iba a ver jamás y ni siquiera iba a darse cuenta de que estaba allí", explica con una sonrisa. "No implicaba ninguna diferencia en lo funcional, pero nos importaba. Cuando te das cuenta de lo bien que se puede hacer algo, se vea o no, quedarse a medias es un fracaso". Para ser un hombre cuyos productos se llaman todos iAlgo, sorprende que yo (en inglés, I) sea una palabra que use tan poco. Habla constantemente de su equipo o de Jobs y utiliza el nosotros. No parece la falsa modestia del que va de natural ni hueca jerga corporativa estadounidense.

Enemigo del jaleo

En lo personal se mantiene en el plano discreto que se espera guarde uno de los diseñadores mejor pagados del mundo. No tiene más que una casa, en el elegante barrio de Pacific Heights de San Francisco, sus vecinos son Larry Ellison, de Oracle, Peter Thiel, fundador de PayPal, y el actor Nicolas Cage. Vive allí con su esposa británica, Heather Pegg, escritora e historiadora, y sus hijos gemelos. Evita la publicidad; él y su equipo de diseño solo han sido vistos juntos en público una vez: en Londres, en 2012, para recibir uno de los prestigiosos premios de diseño de D&AD (Design and Advertising). Simplemente, no soporta el jaleo y disfruta de la sencillez, y se puede comprobar con sus productos. Serán revolucionarios, cajas mágicas de alta tecnología, pero su aspecto externo es elegantemente sencillo y sabes para qué sirven y cómo utilizarlos desde el momento en que los tienes en la mano por vez primera. El iMac desterró de nuestras mesas de trabajo los PCs complicados y difíciles de usar e hizo fácil la informática. Con una minúscula cajita blanca con una rueda, el iPod, metió 1.000 canciones en nuestros bolsillos. El iPhone fue tan sensible al tacto que arrumbó la BlackBerry en un abrir y cerrar de ojos. Niños de cinco años de edad son capaces de coger el iPad y utilizarlo; y con frecuencia lo hacen.

Su gusto por la sencillez va más allá de la tecnología. Colecciona réplicas de coches a escala, de esos que están tallados en un solo bloque de aluminio. Tiene unos cuantos Bentley y un elegante Aston Martin DB4 de 1960 de color azul plateado. De hecho, fue su pasión adolescente por los coches lo que hizo que quisiera ser diseñador. Cuando salió de la escuela, estuvo mirando algunos cursos de diseño de automóviles en Londres, entre ellos, uno en el Royal College, aunque pronto cambió de opinión. "Las clases estaban llenas de estudiantes que no dejaban de emitir ruidos de ´¡Brrruuum!, ¡brrruuum!´ mientras dibujaban", recuerda, todavía horrorizado.

Encaminó sus pasos hacia la Politécnica de Newcastle para estudiar diseño industrial. Su trabajo allí, en concreto un teléfono y un audífono, fue tan bueno que lo expusieron en el Design Museum (Museo del Diseño). Al salir de Newcastle, empezó a trabajar en la agencia de diseño Roberts Weaver Group, de donde partió al cabo de un año hacia un estudio nuevo, Tangerine. Algo debe de tener con las empresas con nombre de frutas [Tangerine es mandarina en inglés]... Allí diseñó desde microondas a cepillos de dientes. Sin embargo, rápidamente se desilusionó de trabajar para clientes que no le caían bien o cuyos valores no compartía. El colmo llegó en un día lluvioso, cuando fue a presentar su diseño de un lavabo y un inodoro a Ideal Standard. Era el Red Nose Day [jornada en la que la ONG Comic Relief recoge fondos contra el hambre y la gente que colabora se pone una nariz de payaso] y el jefe de Ideal Standard se burló de su trabajo, tachándolo de demasiado moderno y caro de fabricar, todo ello sin quitarse la nariz roja de plástico que llevaba puesta.

Había un cliente de Tangerine, no obstante, al que Ive admiraba. Se trataba de Apple, para la que había empezado a trabajar como consultor. Había descubierto la firma de la manzana en sus años de estudiante, a raíz de "esos típicos problemas con los ordenadores" que le hicieron dudar si no sería un "inepto tecnológico". El sistema intuitivo de Apple, con un ratón, hizo que de repente todo pareciera sencillo. La empresa le había estado invitando durante dos años a trabajar con ellos a plena dedicación, pero él dudaba. Entonces, Apple pasaba por dificultades. Y estaba en el otro extremo del mundo. En 1992, sin embargo, se decidió finalmente a firmar el contrato.

Los primeros años fueron frustrantes. Los productos de Apple de aquellos años eran de lo más anodino. ¿Alguien recuerda el Newton? El diseño no importaba mucho. Estuvo a punto de irse en varias ocasiones. Sin embargo, cuando Steve Jobs, a quien habían echado en 1985, regresó a la empresa en 1996 para tratar de salvarla, se dio cuenta de que Ive tenía talento y juntos se embarcaron en un viaje de locos con la idea de rehacer lo que veían como un mundo insustancial y acomodadizo a su alrededor.

Sin problemas de ego

El estudio de diseño de Ive tiene el mismo aspecto que todos los demás bloques de hormigón beis y cristal, sin ninguna gracia -todo lo contrario de los productos Apple- que conforman la sede de la compañía. La única diferencia es que aquí el cristal es opaco y nadie que no sean Ive, el núcleo central de su grupo de colaboradores y los máximos ejecutivos de Apple pueden entrar. Su equipo, integrado por miembros de nacionalidad británica, estadounidense, japonesa, australiana y neozelandesa es, más pequeño de lo que pudiera parecer, alrededor de 15 personas. "La mayoría llevamos entre 15 y 20 años trabajando juntos", cuenta. "Podemos ser críticos a muerte con nuestro trabajo; los problemas de ego desaparecieron hace tiempo".

Para poner en marcha un proyecto, Ive imagina lo que el nuevo producto debería ser y hacer. Solo cuando tiene la respuesta a estas preguntas se pone a resolver qué aspecto debería tener. Y se asesora en los lugares más inverosímiles. Invirtió meses hasta dar con la forma exacta de la posición del ordenador de mesa iMac, su primer gran éxito. Para perfeccionar sus tonos translúcidos, trabajó con fabricantes de golosinas. Y viajó a Niigata, al norte del Japón, para ver cómo unos trabajadores metalúrgicos batían el metal hasta convertirlo en chapa, lo que le ayudó a crear el Titanium PowerBook, el primer portátil de aluminio de mínimo peso. Ni siquiera con productos tan icónicos y novedosos como los auriculares blancos del primer iPod, deja de obsesionarse con la idea de si pudo haberlo hecho mejor. "Es un castigo que persigue a los diseñadores como una maldición", frunce el ceño.

Era un castigo que compartía con Jobs, aunque su exjefe lo aplicaba a todo, a veces con consecuencias (casi) graciosas. Ive recuerda sus viajes con él: "Llegábamos al hotel, nos registrábamos y yo subía a mi habitación. Dejaba las maletas y no las deshacía, me sentaba en la cama a esperar la inevitable llamada de Steve: ´¡ Jony!, este hotel es una mierda. ¡Nos vamos!´".

¿Qué hacía que estos dos hombres trabajaran tan bien juntos siendo tan diferentes? Ive tiene un carácter moderado, tranquilo. La intensidad de sus ideas se dulcifica a base de cordialidad, buen humor y autocrítica. Nadie ha descrito nunca a Jobs como fácil de trato o autocrítico. "Cuando los dos contemplábamos objetos, veíamos exactamente lo mismo y nos planteábamos las mismas preguntas. Sentíamos la misma curiosidad por las cosas", aclara. Abundan las historias de Jobs humillando a sus subordinados, incluidos -quizá especialmente- altos ejecutivos. "Se ha escrito mucho sobre Steve y no reconozco a mi amigo en una gran parte de lo que se ha escrito", tercia Ive. "Sí, tenía una opinión de una precisión quirúrgica. Sí, era capaz de herirte. Sí, constantemente ponía todo en cuestión: ´¿Es esto suficientemente bueno? ¿Es lo que hay que hacer?´. Ahora bien, ¡era tan inteligente! ¡Sus ideas eran tan audaces y tan magníficas! Te dejaban sin habla. Cuando las ideas no llegaban, te convencía de que acabaríamos haciendo algo grande. Y la alegría de conseguir algo así es indescriptible".

Se podría pensar que Ive destacaría un producto, probablemente el iPhone, como su mayor logro. Seguramente sea el invento más copiado de la era moderna. Sin embargo, lo que a él más le gusta es una idea. Él y su equipo han demostrado, dice, que los consumidores no son los incultos obsesionados por el precio que con frecuencia se da por hecho que son. "Estamos rodeados de objetos anónimos, mal hechos. Te sientes tentado a pensar que a las personas que los usan no les importa, igual que a las personas que los hacen. Pero no. Lo que nosotros hemos demostrado es que a las personas sí les importa. No es solo la estética. Se interesan por cosas minuciosamente concebidas y bien hechas. Fabricamos y vendemos un número muy, muy grande de cosas hermosas y bien hechas. Nuestro éxito es una victoria de la pureza, de la integridad, porque eso nos importa un poquito".

Tal vez. Los críticos, en cambio, se quejan de la obsolescencia de los productos de Apple, de sus sistemas operativos herméticamente sellados, de la necesidad de comprar nuevos cargadores para nuevos productos y de los precios que impone. ¡Ay, los precios! ¡Casi 40 euros por un cargador de plástico cuya fabricación no costará dos euros...!

El mejor ejemplo de obsolescencia es el iPhone, un teléfono lanzado en 2007 y que ya conoce 10 generaciones (en círculos tecnológicos se espera la aparición del iPhone 7 en 2016). No obstante, según Ive "una peculiaridad de nuestros productos es que se reutilizan y cambian de manos". "¡Ah!, ¿sí? ¿Qué hace usted con sus viejos iPhones?", le preguntamos "Eeeh... En realidad, no son míos, son de la empresa", se excusa. ¿Y qué hace la empresa con ellos? "Reutilizamos todo y luego desmontamos los materiales y los reciclamos", responde. "Entiendo lo que hay detrás de la pregunta, pero tratar de mejorar las cosas es una parte fundamental, y positiva, de la condición humana".

Cristal de zafiro

En cuanto a los precios, Ive señala que es muy caro desarrollar productos que cambian la vida. "No dedicamos tanto tiempo ni fabricamos como fabricamos por razones fiscales", afirma entre risas. Y coge su iPhone para demostrar lo compleja que es su fabricación. "El cuerpo es de una sola pieza de aluminio mecanizado", explica parodiando la pronunciación británica con la que Jobs se burlaba de él. "Todo esto se pule primero para conseguir un acabado de espejo y a continuación se le da una textura muy fina, a excepción del logotipo de Apple. Los biseles [los bordes rebajados] se cortan con cuchillas de punta de diamante. Las cuchillas no suelen durar mucho, así que tuvimos que encontrar una manera de fabricar en serie unas de larga duración. Lo que cubre la cámara es cristal de zafiro. Mire los detalles alrededor de la ranura de la tarjeta SIM. ¡Es extraordinario!".

Está precioso, todo perfecto, y sin duda cuesta dinero fabricarlo. Pero hay algo más, algo que Ive no está dispuesto a confesar. Mientras Apple siga fabricando unos productos tan tremendamente innovadores como estos (ningún otro fabricante, ni siquiera Samsung, rival de Apple por antonomasia, ha estado cerca de batir, por ejemplo, al iPad, y no por falta de ganas) podrá cobrar lo que quiera: los consumidores lo pagarán. Apple vende alrededor de 250 millones de iPhones, iPads y Macs al año con unos márgenes que hacen que a sus competidores se les salten las lágrimas.

Ive habla mucho más de fabricar cosas que de diseñarlas; parece extraño que haya optado por trabajar en un sector donde gran parte de la magia está más en el software que en elhardware. A su juicio, sin embargo, la tecnología ofrece algo excepcional. "Lo que tienes en las manos, en los oídos, en los bolsillos..., es más personal que lo que tienes en la mesa de trabajo", argumenta. "Ese empeño en hacer que la tecnología sea íntimamente personal es lo primero que me atrajo de Apple. La gente tiene una relación increíblemente personal con lo que nosotros fabricamos".

Esa relación se está volviendo cada vez más estrecha. Y el fenómeno de los wearable [dispositivos integrados en ropa y accesorios] la va a estrechar más. Google ha sacado las gafas Google Glass. Samsung y Sony han introducido relojes inteligentes. Y Apple lanzó hace un par de meses su Apple Watch, cuyas ventas empezaron muy fuerte (casi 1,5 millones de peticiones el primer día), pero se ralentizaron luego (unas 30.000 unidades diarias en mayo frente a las 100.000 previstas). En España salió al mercado el 26 de junio. Según Mark Gurman, del influyente blog tecnológico 9to5mac.com, el Apple Watch 2 será presentado en 2016.

Obsesión tecnológica

Ese es el problema con la tecnología, lo rápido que cambia. Justo cuando crees que tienes el mejor aparato, llega algo nuevo, por lo general algo creado por Ive. No es que eso preocupe a los cientos de millones de fanáticos de Apple. Cuanto más nuevo sea, más les gusta. Pero, ¿deberían preocuparse? Cuando Ive ve que hay clientes que montan cola durante toda una noche para comprar el último iPhone, ¿no le inquieta que hayamos llegado a obsesionarnos excesivamente, que estemos postrándonos ante el altar de la tecnología? Un teléfono no es más que un teléfono, no la segunda venida de Cristo. "A lo que la gente está respondiendo es a algo mucho más importante que el objeto en sí. Están respondiendo a algo excepcional, a un grupo de personas que van más allá de hacer simplemente que algo funcione, que fabrican los mejores productos que pueden fabricar. Es una manifestación en contra de la falta de reflexión y de la falta de interés", opina.

Es la primera vez en más de hora y media que Ive se permite a sí mismo ser un poquito menos modesto. Es lo que le vuelvo a oír cuando le pregunto si se siente halagado o frustrado cuando ve sus diseños tan ampliamente referenciados, o reelaborados; bueno, vale, copiados. "Eso es un robo", replica en un santiamén, entrecerrando los ojos con fuerza. "Lo que copian no es solo un diseño, son miles y miles de horas de esfuerzo, años de inversiones y de sufrimiento". Steve Jobs llegó a demandar a Samsung por plagio por importe de mil millones de dólares.

Ive describe a su exjefe como "mi mejor amigo" y confiesa que le resulta "extraño y difícil hablar de él, porque no tiene la sensación de que haga mucho tiempo desde que murió". Hay, tal vez, otra razón. Tras la muerte de Jobs, Apple atravesó un momento difícil, al menos para las pautas de la empresa, absurdamente elevadas. Hubo quienes especularon con que, sin Jobs, Apple había perdido su varita mágica.

Si eso fuera cierto, si Apple ya no fuera capaz de hacer cosas rompedoras, estimulantes, el envoltorio, ¿se daría Ive por vencido? "Sí, diría basta", admite. "Haría en casa cosas para mí, para mis amigos. El listón tiene que estar alto. Pero no creo que eso vaya a suceder. Estamos en el comienzo de una época extraordinaria, en la que se va a desarrollar un número notable de productos. Cuando se piensa en la tecnología y en lo que nos ha permitido hacer hasta ahora y en lo que nos permitirá hacer en el futuro, no estamos ni mucho menos cerca de los límites".

Sigue sintiendo un hambre notable. Y su nuevo puesto le ofrece la posibilidad de saciarlo. Dejará las responsabilidades administrativas y de gestión del día a día para supervisar el diseño, no solo de nuevos productos sino también de los nuevos cuarteles de la empresa en Cupertino, desde los edificios al mobiliario, y de las más de 450 tiendas que la firma tiene en todo el mundo. "Aquí casi sientes alegría cuando percibes tu ignorancia. ´¡Guau! Vamos a aprender esto, vamos a entenderlo de verdad y vamos a hacer algo grandioso´. Apple es imperfecta, como todo gran colectivo de personas, pero tenemos una cualidad poco corriente: una comprensión casi instintiva de lo que hacemos y por qué lo hacemos. Compartimos los mismos valores", subraya.

Entonces, lo mejor de Jony Ive, lo mejor de Apple, ¿todavía está por llegar? "Espero que sí", afirma. Y con eso bebe un último sorbo de su taza de té, ya frío, y se dirige de nuevo, bajo la cálida lluvia de California, a su laboratorio secreto. El mañana no espera al hombre que lo diseña.

Cifras récord

453. Es el número de tiendas que Apple tiene repartidas en 16 países del mundo. En 2014 recibieron la friolera cifra de 120 millones de visitantes.

700 millones de iPhone se han vendido desde su creación en 2007 (192,8 millones el pasado 2014). Es el producto estrella de la compañía de la manzana (genera el 69% de sus ingresos) y el smartphone más vendido del mundo.

1.000.000.000 de dispositivos iOS se han vendido en la historia de la californiana.

1,4 millones de apps pueden descargarse los usuarios desde la Apple Store. Sus ventas han generado más de 7.500 millones de dólares (más de 6.600 millones de euros).

199.700 millones de dólares (unos 177.000 millones de euros) ingresó la marca en el ejercicio pasado.

44.400 millones de dólares (casi 40.000 millones de euros) fue el margen de beneficios que obtuvo en 2014 la empresa fundada por Steve Jobs. O, lo que es lo mismo, Apple ingresó 5 millones de dólares a la hora. Estas cifras la convierten en la empresa que más ha ganado en toda la Historia.

40,1% de los ingresos proceden del continente americano, principalmente de EEUU. Le siguen Europa (con un 23% de las ventas) y China, con un 21,6% del mercado.

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