Morelia, Mich., Sábado, 21 de Diciembre de 2024
Sección:Opinión¿Adiós a Los Chuchos?
Por: Alberto Aguirre M./El Economista
Ciudad de México.- Al mediodía del primer sábado del verano, sorprende el cielo encapotado, pero la amenaza de lluvia ni siquiera inmuta a los únicos clientes de la terraza de la cafetería ubicada en la esquina de las calles de La Quebrada y La Quemada. Sobre la misma acerca, a menos de 50 metros, está la casa del ex presidente nacional del PRD, José Guadalupe Acosta Naranjo, quien junto con el actual dirigente del sol azteca, Carlos Navarrete Ruiz, son los vecinos más famosos de este cuadrante de la colonia Vértiz Poniente.
Ambos conforman, junto con Jesús Ortega y Jesús Zambrano, el primer círculo de Nueva Izquierda, la corriente política que domina el perredismo luego de trascender a las tribus capitalinas identificadas con la "izquierda social". De las posiciones legislativas a los cargos partidistas, este cuarteto ha definido —para bien o para mal— el rumbo de la izquierda partidista, al margen de los caudillismos.
Antier, Acosta Naranjo —quien encabezaba la lista de candidatos plurinominales en la primera circunscripción y llegará a San Lázaro dentro dos meses— hizo las veces de anfitrión de una reunión que tendría dos momentos. Al desayuno llegan Alberto Anaya y Alejandro Gonzalo González Yáñez, la dupla que gobernó al PT durante los últimos 15 años, y más tarde se incorpora la consejera electoral, Pamela San Martín Ríos y Valles.
Los líderes petistas —"en extinción", en tanto se decreta su liquidación formal— tendrán dos horas de intenso debate con sus interlocutores en ese cafecito y partirán, caras largas. El diputado electo y la consejera electoral cumplirán una hora más de charla, con dos testigos.
Acosta Naranjo y no Pablo Gómez —quien también fue presidente interino del PRD— detenta la interlocución con la autoridad electoral. El amigo de Jesús Zambrano y no el líder comunista, a San Lázaro.
Golpeada por los malos resultados en las elecciones concurrentes del pasado 7 de junio, la dirigencia nacional del PRD ha amarrado su permanencia en el cargo a un "proceso de reflexión" que podría verse acelerado, sin embargo, por el resultado de los comicios locales en Chiapas, el próximo 19 de julio. Las candidaturas comunes del PRI, PVEM y Nueva Alianza en Tapachula y Tuxtla Gutiérrez, además de la irrupción del CHIU y Mover a Chiapas —dos partidos locales, satélites del oficialismo—, son premonitorias de un "carro completo" que para la izquierda resultaría desastroso.
"Quieren eliminar la pluralidad en Chiapas", reconoció lacónico Navarrete Ruiz, quien calcula que los partidos del gobernador Manuel Velasco podrían ganar 120 de las 122 alcaldías en disputa, "quieren que todo se pinte de un solo color". ¿Verde?
El amarillo, en todo caso, se diluye cada vez más. ¿Por los errores de conducción o por el crecimiento de las demás fuerzas políticas? Navarrete cumplió con su palabra... a conveniencia. En San Luis Potosí, por ejemplo, embaucó al ex panista Eugenio Govea Arcos para que aceptara ser abanderado del PRD —y no de Movimiento Ciudadano— en la pasada elección por la gubernatura y logró convencerlo, tras semanas de arduas negociaciones. A la reunión definitiva, empero, el dirigente partidista llegó acompañado por el ex priísta Fernando Calolo Pérez Espinosa. Después de presentarlos, emplazó a la dupla: "Platiquen, yo respetaré lo que ustedes acuerden". Govea rechazó la simulación y reclamó al perredista su falta de hombría.
El PRD rechazó aliarse con Movimiento Ciudadano en San Luis Potosí y Guerrero, donde el alcalde de Acapulco, Luis Walton Aburto, era el favorito para ser el abanderado de las izquierdas. En vez de respaldarlo, los dirigentes perredistas —a través de José Guadalupe Acosta Naranjo y el ex gobernador priísta de Oaxaca, José Murat Casab— trataron de convencerlo para que declinara a favor de Beatriz Mojica, quien al final fracasó en su intentona por convertirse en la primera gobernadora 100% chuchista.
En el último tramo, Los Chuchos apostaron a una alianza con Miguel Ángel Mancera para preservar el control político del Distrito Federal, desactivar el ebrarismo y —sobre todo— frenar a Morena. En la concreción de estos objetivos tuvieron que plegarse a los designios de Héctor Serrano y en el pecado encontraron la penitencia.
El viejo anhelo de que Jesús Ortega se incorporara al gabinete mancerista y más adelante brincara a la candidatura a la Jefatura de Gobierno en el 2018 ahora parece un despropósito. En la ruta hacia el 2018 y sin gobernadores 100% chuchistas, la corriente hegemónica del PRD podría extender su alianza de facto con el sector mayoritario del Partido Acción Nacional y responder al emplazamiento formulado por el dirigente blanquiazul, Gustavo Madero: integrarse a un "frente opositor"... que postularía a un panista como candidato presidencial. Si Rafael Moreno Valle fuera ese personaje, ¿lo respaldaría la actual directiva perredista?